El concepto de «limbo» nace de la teología católica como un lugar al que van a parar las almas de aquellos que en vida no han cometido más pecado que el original o bien han sido niños que no han recibido el bautismo antes de morir. Es interesante conocer el origen del concepto, ya que la razón de que el título del juego sea precisamente Limbo, no es nada aleatorio.
Empezamos de manera muy directa, entre hierbas, con el cuerpo de nuestro personaje desvanecido. Poco a poco abrirá sus ojos que brillan entre paisajes de tonos grises, negros y blancos para hacernos entender qué somos: un inocente niño que ha caído en un espacio donde la vida y la muerte, donde la luz y la oscuridad, marcan los límites.
No hay nada más que nos ofrezca pistas a la hora de comenzar, no hay diálogos, guiones ni cinemáticas de introducción. Somos simplemente nosotros siendo un niño, en medio de un espacio sombrío. Poco a poco iremos viendo que hay alguien más por quien necesitamos avanzar: una niña, también atrapada en este espacio.
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